Hace unos minutos venía en el auto detrás de un señor que aparentemente tenía un poco de prisa. Nos tocó esperar a que algunos autos pasaran para poder nosotros adelantar en el único carril que tenía libre la estrecha calle. Nuestro carril tenía autos estacionados que evitaban el avance. Los primeros autos pasaron lentamente y el señor comenzó a perder la paciencia. A seguidas, venía otro a velocidad normal; los ademanes dentro del auto me indicaron que el conductor estaba ya desesperado. Comenzó a hacer señas para que apresurara el paso. Luego salió a gran velocidad demostrando su enojo y casi golpea a una señora que venía en bicicleta. Y todo este suceso en las controladas vías de Alemania.
¿Tenía alguna culpa de la espera el conductor que venía a velocidad normal? Pienso que no. Al igual que la señora de la bicicleta que casi recibe la rabia del conductor impaciente.
Lo que quiero reflexionar es como muchas veces terminamos desahogándonos con una persona que no es la causa de nuestro enojo. El jefe nos llama la atención, ¿quién paga? Muchas veces un compañero de trabajo o alguien de menor jerarquía. En ocasiones el cliente. Un desconocido que nos topemos en el tránsito. Y muchas veces algún familiar. O lo peor, toda la cadena de personas que nos encontremos en lo adelante.
No le digo que una injusticia no nos afectará. Sentir impotencia genera un cierto tipo de rabia en nosotros. Son emociones que no controlamos, ni la idea es que las intentemos controlar.
La primera pregunta es: ¿Qué hacemos con esa rabia? O cualquier otro tipo de emoción. Podemos dejarnos llevar por ella e insultar a alguien. Quizá nos la tragamos y aceleramos nuestro pulso y subimos nuestra presión arterial… causando un daño en nuestros órganos vitales. O tal vez nos mordemos el labio inferior, cerramos los ojos, respiramos profundo y nos decimos: “No gano nada con reaccionar, y sí puedo perder mucho”. Créame, es una decisión fácil de tomar… ¿o no la tomamos cuando algo nos incomoda de un superior o de un cliente importante? Nuestra reacción depende más de la persona que tengamos enfrente que de la situación en sí.
La segunda pregunta es: ¿Cuánto tiempo duraremos con esa emoción negativa? Una vez que no pudimos dominar la reacción podemos decidir si la cargaremos por mucho tiempo o si la echaremos en el próximo basurero que encontremos en nuestro camino. ¿Otro ejemplo de que podemos? Imagine qué pasaría si un auto le corta el camino. Nos ponemos furiosos y tratamos de buscar contacto visual con el otro conductor para hacerle saber lo mal que nos sentimos. ¿Qué pasaría si da la casualidad que es un viejo amigo que apreciamos mucho? ¿O una persona famosa que nos simpatiza? ¿O quizá una persona del sexo complementario que es súper atractiva? Le aseguro que en la mayoría de los casos olvidaremos el evento de la rabia y sonreiremos muy a gusto. Entonces, sí podemos decidir cuánto tiempo la rabia quedará con nosotros.
En las dos preguntas queda demostrado que nuestra inteligencia emocional existe, la incógnita es si decidimos utilizarla o no. La idea es estar conscientes de la reacción y dominarla. Saber cuándo debo utilizar mi poder sobre mí y cuándo puedo accionar en vez de reaccionar.
Cuando no actuamos conscientemente, arrastramos la emoción negativa y hacemos que el día se convierta en una pesadilla. También logramos contagiar a otros. Y lo peor, conseguimos dañar algunas relaciones por una descarga inadecuada con alguien que apreciamos. Así comienzan las reacciones de los hijos que no quieren que su papá llegue a la casa cansado del trabajo. La pareja que no quiere llegar a la casa para que no le reprochen o le descarguen todo lo que su media naranja (en ese punto agria) ha pasado en el día. El empleado que no quiere llegar a la empresa. El trabajador que no quiere que lleguen los clientes. Los oficinistas que no quieren ver a su jefe. Y muchos casos más de personas que cargan lo negativo, causando la destrucción de buenas relaciones.
No es que se desquite el enojo con la persona que se lo provocó. Es que trate de no desquitarse con nadie.
Más sobre este tema en mi libro:
– Mi Binomio