Ver a los adultos influenciados por el mundo de las redes sociales me lleva a pensar si en realidad éramos diferentes cuando jóvenes. ¿Hemos cambiado o han cambiado los que hoy son jóvenes con respecto a lo que éramos?
Busqué algunas investigaciones con respecto a la influencia sobre los jóvenes que tienen hoy las redes sociales y es muy interesante ver las conclusiones. Pienso en cómo éramos en mis tiempos de mozalbete y hago una comparación que me lleva a un resumen interesante:
La manada: En mi juventud la manada del barrio era la más importante. Terminar la tarea y salir a jugar fue la constante. Había machos alfa, beta y omega que habitaban en ella.
Los beta: Se morían por ser aceptados, hacían lo indecible por estar en el estrecho círculo del alfa. Vestían como ellos, compraban lo que los guías usaban o querían usar. Hacían lo que ellos les ordenaban.
Los omega: Vegetaban en la manada haciendo lo que les tocara hacer. Un poco escondidos para no llamar la atención, pero sin quedar fuera. Queriendo ser parte más importante de la manada, pero resignados por una baja autoestima.
Los alfa: Machos que obligaban a los demás a hacer acciones, muchas veces fuera de las reglas comunitarias. Había que seguirlos a como diera lugar si uno no quería ser expulsado del grupo. Tenían un poder de persuasión o fuerza física.
Los minialfa: Unos individuos que no les importaba pertenecer a la manada. No estaban de acuerdo con lo que hacía el director y saltaban fuera, quedándose solos o formando una pequeña manada donde pasaban a ser un alfa.
Hoy no veo diferencia: Las manadas aparentan ser mayores, tienen más de cada uno y estamos en más manadas. Nos cambiamos con facilidad de una a otra. Las redes han universalizado el sistema. Los jóvenes siguen actuando igual, pero con mayor rango de influencia. Ven más, se comparan más, se sienten más solos, se deprimen más fácil… pero también encuentran más fácil compañía, otra manada, gente acorde a ellos, informaciones relevantes, etc.
Lo más importante es que tengan una alta autoestima, que no es creerse más que los demás ni ser lo que no son, es simplemente entender que nadie vale menos ni más que ellos, por tener o no tener, por conseguir o no, como enseño en mi libro Migomismo.