Alguien que anda conduciendo por las calles pensando que lo van a chocar, transita estresado y no podrá reaccionar con una cabeza disipada. La mala suerte no le llegó, simplemente su actitud los estresó y lo llevó a conducir sin prestar la debida atención, ni le permitió maniobrar ágilmente. La mayoría de los accidentes se pueden evitar, por eso algunas personas chocan más que otras. Y créame, no es mala suerte.
Salir a la calle con una actitud positiva tampoco le traerá buena suerte, simplemente verá las cosas desde un punto de vista diferente. Las personas le hablarán bien porque irradia buenaventura. Serán amables con usted y por eso podrá resolver las cosas con facilidad. No es que tenga suerte, es que una buena actitud contagia… ¿o no prefiere usted tratar con personas que estén de buen humor?
Una persona con actitud negativa no ve lo bueno que le pasa. Piensa que si alguien le sonríe quiere algo de él. Sospecha de todos creyendo que lo engañarán. ¿Sabe qué? El que lo quiere engañar lo engañará. Y más, si un malhechor ve una persona así, se aprovecha… total, él dirá que fue por mala suerte.
Estar de buen humor hace que uno vea las cosas malas desde otra óptica. Uno busca el lado bueno y lo que pueda arreglar lo arregla. Las personas que despiertan y deciden salir de buenas a la calle, no se quejan ni entierran la cabeza para protegerse del mal mundo. Miran alrededor y convierten las quejas en oportunidades de mejora. No se contagian, ellos contagian a los demás. Rocían su sonrisa cargada de buena vibra y creen en un mundo mejor. Aunque ya el de ellos sea casi perfecto.