MI PRIMERA TARJETA DE CRÉDITO
El dinero plástico tiene muchas ventajas. Lo malo es que tiene las características de un martillo: lo podemos usar para construir una casa o para romper una cabeza. Las bondades o perversidades de una tarjeta de crédito dependen de cómo la usemos más que de sus características.
La tarjeta está diseñada para liberarnos de andar con dinero encima, evitamos pérdidas monetarias en caso de robo o extravío y en casi todos los lugares tenemos acceso a comprar, aunque en nuestra cuenta no haya aún dinero.
Las operadoras y los intermediarios de tarjetas han buscado la forma de hacer que su producto sea más atractivo que el de la competencia. Retribuyen parte de lo que uno gasta, ya sea en dinero, bonos, viajes y otra cantidad de opciones interesantes. Algunos hacen rifas o ponen especiales en tiendas. Otros dan facilidades de pagos en cuotas. Podemos aumentar nuestro crédito para casos especiales. Y así podría enumerar una gran cantidad de características adicionales.
Quiero mencionar otra ventaja especial que tiene la primera tarjeta que obtenemos. La construcción de una imagen crediticia. Me refiero a la tarjeta que no es una extensión de la de nuestros padres, sino la propia.
Cuando no tenemos ningún tipo de historia crediticia y queremos comprar algo con dinero de otros se nos hace difícil y caro. Nos exigen un fiador, una persona que se responsabilice en caso que nosotros no paguemos. Para muchos una gran dificultad.
Lo interesante de nuestra primera tarjeta es que nos ayuda a crear la importantísima imagen crediticia. Una vez vayamos demostrando que: sabemos manejarnos, somos organizados, cumplidores con nuestros compromisos y que tenemos una disciplina de pago, nuestra imagen sube. Si un día necesitamos un préstamo para comprar una casa, sacar una línea de teléfono o cualquier operación financiera que requiera imagen crediticia ya podremos vivir en el mercado financiero. De lo contrario, somos un ente silente dentro de ese mundo que nos parecerá inmundo.
La gran bondad que tiene hacer una imagen crediticia es la enseñanza que nos deja. Saber que necesitamos la imagen y que la podemos hacer con nuestra primera tarjeta es un compromiso con nosotros mismos. Un monto pequeño y una visión de rectitud nos pueden enseñar a ser grandes administradores de nuestro dinero. Nuestro futuro financiero lo construimos con las acciones del presente y lo que ya hemos caminado en el pasado.
Nuestra primera tarjeta debe servirnos como aprendizaje. Las reglas principales deben ser: El límite no puede sobrepasar el cincuenta por ciento de nuestros ingresos fijos; tener el dinero seguro para pagar antes del último día de pago; utilizarla como medio de pago y no de crédito; no comprar lo que no compraríamos si no tuviésemos la tarjeta; no usarla por llevarnos de los amigos; no consumir por agradar a otros; y si somos consumidores compulsivos, lo mejor es no utilizarla.
Le recuerdo que si utilizamos el martillo para romper una cabeza, el responsable no es el que inventó la herramienta, mucho menos el que la vendió. Si usa la tarjeta para dar “tarjetazos”, financiar lujos que no podría comprar sin ella, no la paga a tiempo, aumenta el límite cada vez que se lo ofrecen, toma más tarjetas, etc, estará matando la gallina de los huevos de oro y endeudándose peligrosamente, lo que en mi libro Arco Iris Financiero desaconsejo para una vida financiera sana.
FRASE DE LA SEMANA
“Todo lo que yo pueda hacer que mejore mi calidad de vida es bueno para mí.”
Diego A. Sosa
Coach, Consultor, Escritor y Conferencista