El cambio de año trae mucha felicidad. Son tiempos muy emotivos: disfrutamos mucho, damos mucho y recibimos… no sé si mucho, pero recibimos. Luego llega enero y muchas personas se encuentran con sus tarjetas de crédito hasta el tope. Los bancos se frotan las manos y el sufrimiento para los que no se supieron controlar durará once meses.
Hay costumbres que nos van creando estrés. No sabemos controlar esas costumbres y al final de cuenta pagamos con el deterioro de nuestra preciada calidad de vida. Nos pasamos un mes rompiéndonos la cabeza buscando los regalos y once meses sufriendo por habernos salido del presupuesto. No creo que esto se una buena costumbre, creo que cometemos excesos y debemos controlarnos si queremos tener la calidad de vida que merecemos.
Llenar la tarjeta de crédito es una de las reacciones típicas. Casi todos sabemos que uno de los créditos más caros que hay es el de las tarjetas. Al llegar la factura muchos abonan el mínimo y comienzan a pagar intereses. Ya los regalos que compró crecieron en costo. Ya los especiales que aprovechó, salieron más caros. Ya las oportunidades que encontró, resultaron pérdidas. Ya los gustos que se dio, resultaron en dolores de cabeza.
Otros utilizan todo lo que les entra para satisfacer el ego, tratar de hacer feliz a otro o cumplir con una ley de intercambio de regalos. Los regalos que recibe no le sirven para nada y los que da son regalados más adelante o utilizados por simple compromiso. Sólo un 10% de los regalos son de provecho, el resto no sabemos qué hacer con ellos. Por lo regular respondemos con una cara de alegría y nos alegramos realmente de la intención.
Otros toman créditos para poder cubrir su presupuesto de diciembre –paradójicamente en diciembre solemos tener los mayores ingresos del año–. Estos pueden ser con un sobregiro en el banco, con un retraso en el pago de alguna cuenta, con un préstamo informal o hasta con una promesa de pago. El dolor es retrasado con la posibilidad de un pago tardío.
No quiero que piensen que mi intención es que no regalen… eso nunca lo propondría. Mi intención es que esté consciente de lo que le cuesta cada regalo. No es lo que usted paga, sino lo que termina pagando, incluyendo sus emociones futuras y los recargos. Quiero que sea maduro al regalar, que su regalo no sea un simple compromiso. Estoy interesado en que la importancia del regalo no sea su costo, sino su intención y utilidad.
¿Y yo qué me regalo? Aquí quiero llegar. Le regalamos a todos y no nos regalamos a nosotros. Nunca sobra para reglarnos, nunca nos damos la importancia que merecemos. Es lo mismo que explico en mi libro “Arco Iris Financiero”, para ahorrar uno tiene que sacar lo del ahorro antes de gastar, no de lo que sobre. Si se quiere regalar (que debe hacerlo) hágalo de primero. Su mejor regalo puede ser un abono extra al préstamos de la casa. Terminar de pagar por adelantado el crédito que tiene. Comprarse lo que en mi libro mencionado llamo “gallinas”. O sea, comprar algo que le produzca dinero (fondos de inversión, certificados de depósitos, acciones, etc.). Guardar dinero para eventualidades. Comprar calidad de vida al hacer un plan de gastos para diciembre y no pasarse, para no estar el siguiente año buscando dinero extra para poder pagar hasta el colegio de los hijos.
En definitiva, regálese a usted… recuerde que esa es la persona más importante en su vida. Regálese de primero. Le aseguro que los que lo quieren le agradecerán más una vida sin estrés que cualquier costoso regalo que usted le pueda hacer.
Nos vemos en la próxima entrega.
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