Recompensas que no cuestan, pero motivan

Recompensas que motivan son las más productivas. Algunas cuestan, otras no:

Soy un ferviente defensor del sistema de recompensas, pero no de las que cuestan; de esas podría decir que hasta detractor soy.

Hace unas noches entré en ese sueño despierto que tanto tenemos, aunque no nos demos cuenta. Este fue en el preludio del sueño real. Antes de dormirme, al apagar la luz, sentía un regocijo interno y ni siquiera entendía el motivo. Al ir cayendo en mi sueño incontrolado me di cuenta lo que estaba pasando.

No me gustan los sistemas de recompensas materiales, está demostrado que educan para que hagamos las tareas esperando algo a cambio. Y peor, si no obtendremos recompensa quizá ni movamos un dedo para realizar la tarea… menos si nos disgusta.

El ingreso, ya sea periódico o por tarea realizada, tiende a malentenderse.

Debería ser nuestra recompensa, la que nos mueve. Lamentablemente veo a las personas arrastrarse cada hora de trabajo hasta llegar el día de cobros para estar animados. La recompensa no se hace esperar: comer fuera, salir con los amigos, comprarse algo, etc., pasan a recompensar el tiempo de trabajado. Hasta que una vez agotado el dinero (lo que suele acontecer más rápido de lo esperado) comenzamos a empujar nuevamente cada día… en espera (a veces desesperada) de la siguiente recompensa.

Cuando comencé mi sueño inconsciente, o casi inconsciente (aquel con el que inicié este relato), me di cuenta que pensaba en lo que haría al día siguiente. Entraría a mi estudio de filmación a producir varios videos para un nuevo curso virtual y otros compromisos mensuales que tengo. Era trabajo, ¿por qué me iría a sentir feliz? Además, algo que hago con mucha frecuencia, aparentemente nada nuevo.

La cuestión era que había adquirido hacía ya un tiempo algunos equipos y no estaba conforme con las mejorías obtenidas. En los últimos días usé muchas horas en estudiar videos y textos para lograr el máximo de mis equipos. Con pruebas, que no siempre me trajeron satisfacción, conseguí un punto que sí me había llevado al salto que estaba buscando cuando decidí invertir en dichos aparatos.

Cuando era un mozalbete mi padre me llevó a trabajar las vacaciones en la empresa donde laboraba:

Con 12 años era un pasatiempo y aprendizaje (que en aquel momento no veía ni aceptaba como tal). El dinero en aquel tiempo, o quizá por la forma en que me criaron mis padres, no tenía mucho significado, no quería cambiar mi recompensa anual por él.

Recuerdo que algunos colaboradores me daban un listado de expedientes que tenía que buscar en el archivo. Quizá hoy es obvio que deben estar y aparecer con facilidad… en ese momento no lo era. Cada vez que encontraba alguno lo llevaba a su solicitante y lo tachaba de mi lista. Hasta no conseguirlos todos no estaba feliz. Recuerdo a Cristina o a Jeannete preguntarme que cuándo me habían pedido ese expediente. Le enseñaba la lista con mi cara fresca y mi orgullo rebosante. Esa era mi motivación… mi gran recompensa.

En la vida nos debe motivar más que el dinero o lo que logremos con él, las recompensas que están a cada paso, cada trabajo logrado, cada pedazo de meta a la que lleguemos, cada obstáculo librado… como enseño en mi libro ¡Alcanza la Cumbre! No es llegar a lo más alto, cada pequeño asenso es una recompensa.

FRASE DE LA SEMANA

“Saber que mañana lograré algo más es suficiente para dormir motivado”

Diego A. Sosa
Consultor, Escritor, Coach y Conferencista

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