La vida nos enfrenta constantemente a tratar de evitar penas. Vestirnos o no vestirnos depende de los demás más que de nosotros. Vestimos nuestros hijos de acuerdo a lo que digan los demás y no a lo que ellos quisieran ponerse. ¿Por qué? Para evitar penas que nos causarán los demás, sin importarnos la felicidad que cause en ellos su propia elección. Más aún, impedimos que puedan defender su posición y aumentar su autoestima, además de crear conciencia de toma de decisiones. La sociedad requiere comportamientos. No cumplirlos puede llevarnos a pasar vergüenzas, lo que desata una emoción negativa en nuestro cerebro y nos hace sentir mal. Es tan fuerte lo que vivimos que nuestra atención se ha colocado más en evitar las penas que en buscar las alegrías. En el colegio no queremos que nos pregunten la clase aunque la sepamos, porque si nos equivocamos se reirán de nosotros. Evitar la pena es más importante que conseguir una buena nota. Y hasta nuestra autoestima comienza a sufrir. Los varones necesitamos ayuda para vestir adecuadamente. Las damas, aunque tengan buen gusto, están bajo la mira de las demás. Algunas criticarán; la mala noticia es que de cualquier modo lo harán… es su principal ocupación. Dije algunas, no se ofenda si no es de las que no critican, y si es de las que critican, entonces tampoco tiene porqué ofenderse. Ve, le acabo de dar una alegría; disfrute esa sonrisa que está recién apareciendo en su rostro. Tratando de evitar las penas, hemos ido dejando la búsqueda de las alegrías a un lado. Nos influencian y tratamos de vivir la vida que otros quieren que vivamos… Le tengo otra mala noticia, nunca alcanzaremos los estándares que los otros nos ponen porque siempre los subirán, y peor, ellos mismos no viven de la forma que nos exigen a nosotros. Vivir buscando alegrías puede ser considerado de egoístas. Muchos llegan a sentirse mal si tienen muchas o grandes alegrías que vivir y saborear. Algunos hasta llegan a pensar que serán multados por tanta felicidad. Si creen en el destino siempre el destino es malo, los buenos destinos están guardados para los demás, los que tienen suerte. La realidad es que nos quedamos envueltos en las emociones negativas y las rumiamos como si fuera parte del objetivo de vida. Mientras que escondemos las emociones positivas como si fuera malo tenerlas. No logro entender por qué esconder los momentos de felicidad; los que critican lo harán como quiera y sólo estarán felices si estamos mal. Los que en verdad nos quieren estarán alegres de vernos felices. ¿Por qué no hacer felices a los que en realidad nos quieren? En mi nuevo libro Migomismo – Su Inteligencia Emocional Interna trabajo con mucha profundidad los problemas y las causas de nuestras emociones, además de las formas de vivir una vida emocional equilibrada y asertiva. Las emociones positivas no pueden ser opacadas y deben ser las que rumiemos. Y no me refiero a salir a pregonarlas, quiero decir que debemos vivirlas y volverlas a vivir aunque sea en recuerdos. Las emociones deben ser vividas por mi migomismo; los demás son los demás y ellos que se encarguen de hacer su propia vida. Las alegrías son tan bellas que hasta debemos vivir las alegrías de los demás, aunque no sean cercanos a nosotros, aunque sean nuestros competidores. Vivir alegrías es vivir. Encerrarse en rabias y tristezas propias y ajenas es lo que llamaría malvivir. Lo que no puedo cambiar no lo sufro, y si lo puedo cambiar disfruto el camino al hacerlo. Tomo la decisión de vivir alegrías y eliminar penas. El mundo no será perfecto pero podemos vivirlo mucho más felices. FRASE DE LA SEMANA “Cuando vivimos lo que tenemos mientras buscamos lo que queremos hemos dado un gran paso a la felicidad.” Diego A. Sosa Coach, Escritor, Conferencista y Consultor